Un equipo de investigadores de San Francisco
(EE UU) decidió medir el impacto que suponía el proporcionar un servicio de counselling sobre reducción de riesgos a
las personas que toman PPE a fin de evitar la infección por VIH. Para ello,
valoraron los cambios producidos en el comportamiento sexual un año más tarde.
Un total de 457 personas que recibían profilaxis
postexposición fueron distribuidas de forma aleatoria para que someterse a dos
sesiones de counselling estándar o a
un programa ampliado de cinco sesiones.
La intervención de counselling estándar consistió en dos sesiones de 20 a 30 minutos de duración
cada una, adaptadas de forma individual en función de la teoría social
cognitiva, la intervención motivacional y la formación en estrategias eficaces
de afrontamiento. En la primera sesión, el terapeuta y el participante
analizaron los detalles y el contexto de la exposición de riesgo y
desarrollaron un plan escrito para reducirlo. En la segunda sesión, realizada
una semana más tarde, se dio el resultado de la prueba inicial del VIH. A la
persona participante se le preguntó por sus comportamientos de riesgo en la
última semana, así como por la eficacia del plan para reducirlos (que fue
modificado en caso necesario).
La intervención ampliada se basó en esas mismas
dos sesiones, acompañadas de otras tres más, durante las cuales se examinaron
las dificultades para aplicar el plan elaborado, se identificaron los factores
contextuales (como lugares o emociones particulares) que condujeron a un mayor
o menor comportamiento de riesgo, y se desarrolló un plan de reducción de
riesgo cada vez más personalizado (en el sitio web de la
revista puede encontrarse, de forma gratuita, el protocolo detallado de las
cinco sesiones).
En tres ocasiones, también se proporcionó de
forma independiente sesiones de counselling
sobre adhesión.
Casi todos los participantes eran hombres y
les prescribieron la PPE
por la práctica de sexo anal sin protección (80,1%), sexo vaginal sin
protección (7,5%) o sexo oral con eyaculación (5,9%) en las 72 horas previas.
Cuatro de cada diez personas que recibían profilaxis tras la exposición al
virus sabían que su pareja tenía VIH.
A fin de evaluar el impacto de los dos métodos
de counselling, se determinó el
comportamiento de los participantes en el momento de tomar la PPE y, luego, transcurrido un
año.
Al analizar de forma conjunta los datos procedentes
de todos los participantes, se comprobó que la intervención extra pareció ofrecer
un beneficio modesto, que tal vez no permitiría justificar su coste.
El resultado primario del estudio supuso el
cambio en el número de relaciones sexuales anales o vaginales sin protección.
En los seis meses anteriores a la toma de la PPE, los participantes habían mantenido una media
de 5,5 relaciones sexuales sin tomar precauciones. Entre las personas a las que
se ofrecieron dos sesiones de counselling,
esta cifra se redujo un promedio de 1,8 veces, mientras que las que recibieron
las sesiones adicionales mantuvieron un promedio de 2,3 actos sexuales menos sin
protección.
Los resultados son más interesantes al fijarse
únicamente en las personas que adoptaban más riesgos sexuales al empezar. La
quinta parte de los participantes había practicado relaciones sexuales sin tomar
precauciones cuatro veces o más en los seis meses anteriores a la PPE y el counselling extra resultó mucho más eficaz en este grupo.
En términos del resultado primario, las
personas en situación de mayor riesgo que recibieron las dos sesiones estándar mostraron
una reducción de 7,0 relaciones sexuales sin protección; en cambio, entre aquellas
a las que se ofrecieron las sesiones extras de counselling, la media de reducción fue de 13,2 relaciones sexuales.
Mientras que el 31,5% de las personas en
situación de mayor riesgo a las que se proporcionó la intervención estándar
sintieron la necesidad de regresar para participar en una segunda tanda de PPE antes
de un año, entre las que recibieron cinco sesiones, este porcentaje fue del 17,1%.
Lo que resulta aún más importante es que un
número inferior de personas tenían VIH un año más tarde. Entre el grupo que
presentaba un mayor riesgo y recibió dos sesiones, se infectó el 12,3% de sus
componentes. Este porcentaje fue del 2,4% en el caso del que recibió cinco
sesiones (Es probable que estas infecciones se deban a comportamientos de
riesgo en los meses posteriores a la toma de la PPE, más que al fracaso de esta profilaxis en la
prevención de la infección).
El equipo de investigadores afirma que aunque,
en general, se comprobó la no inferioridad de la realización de dos sesiones de
counselling, esto no es así cuando se
trata de las personas que adoptan más riesgos sexuales. "En el caso de las
personas con mayores comportamientos de riesgo, es posible que sean necesarias
las tres sesiones extra para hacer disminuir dichas conductas", afirman
los autores.
Los médicos que ofrecen la PPE deben considerar el
historial sexual del paciente para poder dirigir el counselling adicional a las personas que más se beneficiarían de
dicha intervención.
A pesar de que la profilaxis postexposición
puede proporcionar un beneficio para las personas, el equipo de investigadores señala
que esta intervención sólo tendrá un impacto sobre la salud pública "si se
adapta a las poblaciones, se utiliza como una herramienta para aprovechar otras
intervenciones adicionales y se adoptan las lecciones extraídas de este
estudio".